viernes, 24 de febrero de 2017

SOCIEDAD INFANTIL

¿ Cual es el comportamiento de un niño pequeño ? ¿ Qué quiere un niño ? Acaparar, recibir constantemente, ya sea alimento, afecto y todo tipo de atenciones.
Esto es normal cuando se es pequeño, pues las condiciones de los primeros años nos hacen estar dependientes del soporte de otros para sobrevivir y disponer de los recursos esenciales. A medida crecemos hemos de ganar en independencia, y esta comporta responsabilidad. Hacerse cargo de nuestras acciones, merecer la adquisición de nuevos recursos mediante intercambios.
Todo muy fácil de entender y de aceptar forzosamente nos guste o no, el dilema surge cuando ya en una edad adulta constatamos el comportamiento inmaduro de buena parte de la sociedad.
Podemos trabajar, pagar gastos, pero si la manera de proceder dista poco de la actitud mostrada en la infancia, estamos estancados. Y por actitud me refiero a posturas egoistas de mientras yo esté bien los demás ya se apañarán. Querer acumular sin necesidad que lo justifique. Las relaciones lamentables que acostumbramos a ver a diario, entre parejas, de padres a hijos, en el ámbito laboral.
¿ De qué sirve la tecnologia, la comodidad, si se es incapaz de mantener una conversación profunda, con sentido ? ¿ Donde está la sensibilidad para movilizarnos por desvalidos a parte de unos cuantos voluntarios ? Pedimos afecto mientras nosotros no lo sabemos dar. Queremos amistades y no sabemos comportarnos como tales para recibirla. Querríamos ser felices, pero nuestra propia incompetencia derivada de la inconciencia, de la superficialidad, del materialismo y egoismo imperante, nos aleja una y otra vez de poderlo experimentar.
Rodeados de abundancia vivimos miserablemente, pues como catalogar sino las notícias diarias y el caos en forma de conflictos y problemáticas diversas.
Sólo madurando, o sea, viendo claro cual ha de ser el objetivo, cómo hemos de actuar, cómo substituir las expresiones perjudiciales por las benéficas, podremos cambiar estas condiciones. Quien ya lo ha hecho se ha liberado del círculo vicioso. Es cuestión de quererlo y saber cómo hacerlo.

viernes, 10 de febrero de 2017

CAMBIAR INFLUENCIAS

Una de las cosas más difícles es cambiar lo arraigado firmemente en el interior, bien sea por convicciones, carácter, ámbito cultural o la capacidad intrínseca.
La forma de pensar depende de la capacidad de discernimiento, de saber ser ecuánime, de la formación, del medio y nivel evolutivo. Si este conjunto de influencias lleva a la armonía personal y con el prójimo, será un buen exponente de raciocinio. Si por el contrario, resulta complicado y difícil entenderse con otros, donde está presente la tensión y el malestar, indicará que las influencias incrustadas en nosotros en vez de facilitar una fluidez causan un obstáculo.
¿ Como cambiar pemsamientos, creencias, intereses que desembocan en un perjuicio ? La rigurosidad inflexible de un criterio limitado, con posturas cerradas que no aportan soluciones, al final desemboca en conflicto, donde la magnitud se incrementa si se es incapaz de modificar pensamientos y acciones destinadas al desbloqueo.
Por regla general tratar con personas cortas de miras, egocentricas y desconsideradas siempre es un mal negocio. Cuando una de las partes no puede entender a la otra ni se esfuerza porque solo anhela preservar su criterio y posición, se abre una espécie de grieta que distancia, y lejos de encontrar soluciones se genera una persistencia problemática.
Cerrarse en banda, chocando múltiples veces con discrepancias defensando argumentos indefensables, es una falta de sabiduria que solo se subsanará si se está dispuesto a abrirse, a escuchar, reflexioanr y ensanchar horizontes. La única manera de poder emitir veredictos sensatos, es observando el conjunto en profundidad saliendo del laberinto de ideas particular para entender las diferencias.
Quien se niega a cambiar atrincherado en paraguas salvavidas, deberá asumir las consecuencias de la inflexibilidad.
La pobreza resolutiva deriva de la pobreza argumentativa y la ineptitud que comporta a la hora de actuar. Sin madurez interna, con una baja capacidad de discernir cuidadosamente y correctamente, es como una condena que atrapa dentro de unos esquemas limitados, que lejos de comportar una salvación será dictar sentencia en una espécie de auto ejecución.