Querríamos decidir unas vidas a medida, cada uno con sus parámetros y medidas, pero la realidad nos muestra que el porcentaje de decisión es tan pequeño que es imposible saber qué estamos decidiento propiamente y que está fuera de nuestro alcance.
¿ Podemos decidir la altura que tendremos ? ¿ el color de los ojos ? ¿ el color de la piel ? ¿ la cantidad de sabiduria que podemos conseguir ? ¿ la cantidad de dinero que tendremos? ¿ con cuantas personas nos relacionaremos ? ¿ la cantidad de hijos caso de tenerlos ? ¿ la salud de que dispondremos ? ¿ el dia que marcharemos de este mundo ?
Todas estas evidencias nos deberian hacer replantear a fondo todo lo que hacemos diariamente. Observar donde nos lleva un conjunto de deseos banales, de distracciones improductivas y la incapacidad de instaurar unas pautas que nos hagan mejores personas respecto a nuestras cuestiones y en relación a otros.
No sabemos verdadereamente qué proporción decidimos nosotros en los planteamientos con las acciones posteriores y los desencadenantes. Por el camino vamos conociendo las personas precisas que nos facilitaran o dificultaran ciertas cuestiones, pero son las que han de ser para nuestro proceso evolutivo. Todos hacemos de intermediarios y partimos de un guion previo con unos antecedentes y unos objetivos a conseguir. El libre albedrío depende de la conciencia para decantarse en un sentido u otro antes de actuar, donde la trama de cada experiencia viene determinada por unos precedentes donde los interpretes en escena los ha ordenado la supervisión individual del mundo superior.
En realidad importa poco si podemos decidir más o menos, lo que hemos de perseguir es descubrir qué hemos venido a hacer, para qué, con qué finalidad, y movilizar los resortes oportunos para ejecutarlo sabiendo que solo somos unos mediadores en el entramado cósmico.