domingo, 26 de octubre de 2014

ATRACCIÓN PERDIDA

Actividades, diversiones o relaciones, son las vias que pueden despertar el interés en nosotros. El componente de disfrute es esencial para sentirnos atraidos. Sin un factor motivador la atracción no es posible.
La novedad, la temática, el goce que nos pueda causar, nos pueden acercar a experiencias y personas. Y las buenas sensaciones de un momento no garantizan la continuidad, ni en lo mismo ni con los implicados.
El principio es como la semilla que contiene el potencial a desarrollar. A medida lo inicial va adquiriendo forma según la aportación, las sensaciones y sintonía, el interés se mantendrá o se desvanecerá por los movimientos producidos durante el trayecto y su impacto.
El entusiasmo, el gusto del comienzo, radica en la impresión y lo que creemos vendrá a continuación. Esto sólo son muestras de una totalidad, y cuando lo que no se ajusta a nuestro carácter es mayor que las confluencias, la atracción dificilmente prevalecerá.
La base de lo que nos atrae puede ser consistente, y preservarla dependerá de factores diversos. Introducir nuevas maneras para no estancarnos, pues la monotonía disminuye el aliciente. Ensanchar la perspectiva experimentando alternativas, cosas similares con diferencias.
Lo atrayente de una época, por edad, por gustos, deja de serlo cuando vibramos com otros temas. Y en las relaciones exactamente igual, amistades o pareja, prominentes y afines, poco a poco o de golpe ya no sintonizamos, porque cada uno hace su camino, y si diverge el alejamiento es inevitable.
Alargar la atracción indefinidamente requiere elementos vivificantes regeneradores. El sol y la naturaleza nunca cansan de contemplarlos, porque aunque parezcan iguales es la vitalidad y lo que nos dan lo que preserva la apreciación.
Este ejemplo ha de servir para imitarlo en nuestras ocupaciones y relaciones. Aportar luz y calor, ser suministrador de bienes en grandes dosis para participar de la abundancia y nutrición.
Cuando las actividades pierden vivacidad y decae el entusiasmo, automáticamente la proximidad se convierte en distancia. Cuando las relaciones pierden el encanto que habíamos sentido y se instaura la frialdad y la indiferencia, se acaba la atracción.
Muchas atracciones se pierden substituyéndolas por otras, lo importante es tener siempre hogueras encendidas que nos hagan vibrar y expresar lo mejor de cada uno.

sábado, 11 de octubre de 2014

EL QUÉ, PERO NO EL PORQUÉ

La tendencia imperante en nosotros es ir hablando del qué pero no del porqué. Observamos lo que nos rodea viendo la superficie sin adentrarnos en el fundamento, y con unos conocimientos limitados, accediendo solo a fragmentos, efectuamos todo tipo de comentarios y sacamos conclusiones convencidos de estar acertados cuando es mucho más lo ignorado que lo conocido.
Acostumbramos a dar vueltas y vueltas a los mismos temas sin extraer la claridad indispensable para substituir lo perjudicial por lo benéfico, incapaces de acceder al porqué de lo debatido, que va llenando de conversaciones estériles que no conducen a nada.
Es muy facil hablar de esto o aquello, criticar sin miramientos, emitir juicios sin conocer los implicados ni saber los desencadenantes de lo que juzgamos. Opinamos sobre fracciones desligandolas del conjunto, y de esta manera el error en el veredicto es habitual por la inconciencia global.
Preocupados por lo que incide directamente, los planteamientos de lo que hacemos y decimos giran alrededor de los propios intereses. Desde este pequeño microcosmos, con un enfoque egocentrico, ponerse en lugar de otros con culturas diferentes, necesidades, en maneras de hacer, es casi imposible para la mayoría.
Lo que hago, lo que digo, lo dado y recibido como objetivo, sin profundizar en el impulso que nos lleva a estas manifestaciones. El punto de partida y destino debería estar presente y claro en las pretensiones para saber si lo deseado nos conviene o es prescindible, si hemos de insistir en ciertos temas o bien evitarlos.
Opinando sobre hechos consumados, sobre suposiciones, desde nuestra óptica, nunca sacaremos conclusiones clarificadoras.
Si no sabemos el porqué el qué no nos aportará la solución, y la tendencia es centrarse en el qué sin averiguar el porqué, de aquí la obstrucción y la dificultad de resolver múltiples cuestiones por la incapacidad de llegar al núcleo.
Una vez descubierto el porqué hemos de buscar contínuamente la armonía para que el qué de cada situación reporte el mejor contexto posible.