Actividades, diversiones o relaciones, son las vias que pueden despertar el interés en nosotros. El componente de disfrute es esencial para sentirnos atraidos. Sin un factor motivador la atracción no es posible.
La novedad, la temática, el goce que nos pueda causar, nos pueden acercar a experiencias y personas. Y las buenas sensaciones de un momento no garantizan la continuidad, ni en lo mismo ni con los implicados.
El principio es como la semilla que contiene el potencial a desarrollar. A medida lo inicial va adquiriendo forma según la aportación, las sensaciones y sintonía, el interés se mantendrá o se desvanecerá por los movimientos producidos durante el trayecto y su impacto.
El entusiasmo, el gusto del comienzo, radica en la impresión y lo que creemos vendrá a continuación. Esto sólo son muestras de una totalidad, y cuando lo que no se ajusta a nuestro carácter es mayor que las confluencias, la atracción dificilmente prevalecerá.
La base de lo que nos atrae puede ser consistente, y preservarla dependerá de factores diversos. Introducir nuevas maneras para no estancarnos, pues la monotonía disminuye el aliciente. Ensanchar la perspectiva experimentando alternativas, cosas similares con diferencias.
Lo atrayente de una época, por edad, por gustos, deja de serlo cuando vibramos com otros temas. Y en las relaciones exactamente igual, amistades o pareja, prominentes y afines, poco a poco o de golpe ya no sintonizamos, porque cada uno hace su camino, y si diverge el alejamiento es inevitable.
Alargar la atracción indefinidamente requiere elementos vivificantes regeneradores. El sol y la naturaleza nunca cansan de contemplarlos, porque aunque parezcan iguales es la vitalidad y lo que nos dan lo que preserva la apreciación.
Este ejemplo ha de servir para imitarlo en nuestras ocupaciones y relaciones. Aportar luz y calor, ser suministrador de bienes en grandes dosis para participar de la abundancia y nutrición.
Cuando las actividades pierden vivacidad y decae el entusiasmo, automáticamente la proximidad se convierte en distancia. Cuando las relaciones pierden el encanto que habíamos sentido y se instaura la frialdad y la indiferencia, se acaba la atracción.
Muchas atracciones se pierden substituyéndolas por otras, lo importante es tener siempre hogueras encendidas que nos hagan vibrar y expresar lo mejor de cada uno.
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