Hay una diferencia ostensible entre un discípulo y un aficionado. El discípulo consagra todos los aspectos de la vida en la búsqueda constante de una comprensión creciente que le permita entender su función, el encaje social y el desarrollo contínuo como ser. El aficionado tiene algunas inquietudes, pero el planteamiento, la magnitud de dedicación y las maneras distan mucho de las del discípulo.
El discípulo sabe que ha de entrenarlo todo en sí mismo, pues solo estando armonizado y en la mejor forma posible podrá expresar las cualidades que vaya cultivando. Así, gradualmente adquiere la formación para entrenarse en lo físico, afectivo y mental. Necesita el vehículo en buenas condiciones para ejecutar los propósitos, dotándose de los conocimientos apropiados para ensanchar cada vez más la conciencia viendo con nitidez la trama detrás de los hechos.
El discípulo es puesto a prueba constantemente y lo sabe, pero esto es un estímulo, pues lo que quiere es superarse y cumplir la tarea individual en relación al Todo. A pesar de procurarse las condiciones indispensables de subsistencia, el ideal lo concentra en el estudio para experimentar teoría y práctica a fin de avanzar incesantemente en la visión, entendimiento y conducta, substituyendo antiguos parámetros obstructivos por aquellos que conduzcan al encaje idóneo interno/externo.
El trabajo requiere la máxima atención, voluntad, perseverancia y disciplina, donde todos los detalles se tienen en cuenta para pulirse hasta el infinito.
Cualquier acontecimiento, palabra o actitud, son significativos, extrayendo de aquí nuevas referencias llenas de contenido a fin de seguir ensanchando horizontes y fijar nuevas pautas mejores a las anteriores. El trabajo es inacabable porque lo abarca todo, pero este es el aliciente más grande, pues es el que da sentido a los esfuerzos, un objetivo más allá de lo volátil y transitorio.
El aficionado, realiza algun ejercicio, lee algun libro, practica rituales religiosos más o menos asiduamente, pero esencialmente continua pensando, sintiendo y actuando inconscientemente sin notar los efectos de los postulados que predica. Se cree " espiritual " y la misma conducta pone en evidencia que está muy lejos de ello. Acostumbra a pensar que hace mucho, que es buena persona, poniendo en entredicho enseñanzas de grandes maestros cuando ellos mismos ni las han experimentado ni han entendido el verdadereo significado.
El discípulo no se engrandece como el aficionado, sabe que ha de ser humilde ante la inmensidad, y percatándose minimamente de la magnitud del trabajo a efectuar, procura superarse cada día más para acercarse al refinamiento expresivo en todo lo manifestado desde lo más sutil a lo más denso. No pretende gustar o satisfacer a los humanos porque esto es imposible, solo anhela gustar a Dios, y lo ha de hacer a través de los humanos, una auténtica proeza.
Este blog no pretende emular a los grandes pensadores clásicos, sino sólo unas breves exposiciones que puedan llegar a todo tipo de personas.
jueves, 29 de diciembre de 2011
lunes, 19 de diciembre de 2011
LAS TRAMPAS DEL EGO ( II )
Nuestra propia vida solo lo es en parte. Para encarnar hemos necesitado la intervención de los padres, y los atributos que nos asignamos como características personales son producto de múltiples factores externos.
En el estado humano de conciencia limitada, no sabemos donde estábamos antes de nacer ni donde iremos, ni que hacíamos ni que haremos.
Vivimos una serie de enlaces constantes que empujan hacia adelante, pero no tenemos una visión del final ni que sentido o utilidad reportará.
En la inmensidad del universo el desconocimiento es inmenso, y la ignorancia de nuestra función respecto al Todo es infinita. Accedemos a unos conocimientos mínimos muy reducidos para ir haciendo en este mundo físico, inconscientes de otras realidades probablemente porque no estamos preparados para entenderlo. Ante esta constatación, cualquier pelea que se produce por el motivo que sea, es un absurdo. Así como la importancia otorgada a menudeces, consecuencia del reduccionismo de miras.
Solo que fueramos capaces de incrementar la luz en nosotros nos percataríamos de la inutilidad de discutir, de imponerse por fuerza o con sutilezas. Los esfuerzos derrochados en discordias dificultan la concordia, constatando como un considerable número de personas procede de esta manera. ¿ Donde nos llevan tales manifestaciones ? A distanciarnos, tensiones, deterioro de relaciones, y aquel que con su forma de actuar cree lograr una victoria, en perspectiva es una derrota.
Lo que separa y aleja es la introducción de caos por no saber instaurar el orden mediante el entendimiento, el diálogo, la colaboración y ayuda.
Todos dependemos de la naturaleza y el colectivo, las conexiones garantizan la continuidad y el funcionamiento. Si los movimientos realizados rompen la unidad se origina el conflicto y empiezan los problemas.
Cada día se rompe la unidad por las formas chapuceras del ego, continuando los dilemas en todos los ámbitos, y así seguirá si no se modifica la actitud pensando la manera correcta de solucionarlo en vez de dar prioridad a unos intereses que son el orígen del mal.
Hemos sido capaces de crear lo impensable, de dotarnos de unas herramientas de trabajo útiles, cómodas, pero no evolucionaremos verdaderamente si mantenemos patrones que no se ajusten a la pulcritud en el fondo y en la forma.
Nos hemos enfocado hacia el exterior y se han conseguido unas condiciones mucho mejores respecto a siglos pasados, y es fantástico disponer de los utensilios actuales y el confort general. Ahora es necesario mirar hacia el interior para desvelar la conciencia a nivel individual y global, porque han de confluir las partes con el Todo. Una vez concienciados, trabajar a fondo para transformarnos desde la raíz en la concepción y objetivos para encajar los intereses y el bienestar tanto del particular como del colectivo.
En el estado humano de conciencia limitada, no sabemos donde estábamos antes de nacer ni donde iremos, ni que hacíamos ni que haremos.
Vivimos una serie de enlaces constantes que empujan hacia adelante, pero no tenemos una visión del final ni que sentido o utilidad reportará.
En la inmensidad del universo el desconocimiento es inmenso, y la ignorancia de nuestra función respecto al Todo es infinita. Accedemos a unos conocimientos mínimos muy reducidos para ir haciendo en este mundo físico, inconscientes de otras realidades probablemente porque no estamos preparados para entenderlo. Ante esta constatación, cualquier pelea que se produce por el motivo que sea, es un absurdo. Así como la importancia otorgada a menudeces, consecuencia del reduccionismo de miras.
Solo que fueramos capaces de incrementar la luz en nosotros nos percataríamos de la inutilidad de discutir, de imponerse por fuerza o con sutilezas. Los esfuerzos derrochados en discordias dificultan la concordia, constatando como un considerable número de personas procede de esta manera. ¿ Donde nos llevan tales manifestaciones ? A distanciarnos, tensiones, deterioro de relaciones, y aquel que con su forma de actuar cree lograr una victoria, en perspectiva es una derrota.
Lo que separa y aleja es la introducción de caos por no saber instaurar el orden mediante el entendimiento, el diálogo, la colaboración y ayuda.
Todos dependemos de la naturaleza y el colectivo, las conexiones garantizan la continuidad y el funcionamiento. Si los movimientos realizados rompen la unidad se origina el conflicto y empiezan los problemas.
Cada día se rompe la unidad por las formas chapuceras del ego, continuando los dilemas en todos los ámbitos, y así seguirá si no se modifica la actitud pensando la manera correcta de solucionarlo en vez de dar prioridad a unos intereses que son el orígen del mal.
Hemos sido capaces de crear lo impensable, de dotarnos de unas herramientas de trabajo útiles, cómodas, pero no evolucionaremos verdaderamente si mantenemos patrones que no se ajusten a la pulcritud en el fondo y en la forma.
Nos hemos enfocado hacia el exterior y se han conseguido unas condiciones mucho mejores respecto a siglos pasados, y es fantástico disponer de los utensilios actuales y el confort general. Ahora es necesario mirar hacia el interior para desvelar la conciencia a nivel individual y global, porque han de confluir las partes con el Todo. Una vez concienciados, trabajar a fondo para transformarnos desde la raíz en la concepción y objetivos para encajar los intereses y el bienestar tanto del particular como del colectivo.
sábado, 10 de diciembre de 2011
LAS TRAMPAS DEL EGO ( I )
El ego es un maestro encontrando excusas, evadiéndose de responsabilidades, cargando la culpa a quien sea, todo con tal de hacer siempre lo que quiera. El ego quiere auto-satisfacción, imponerse, dominar, que los otros se comporten de acuerdo a nuestras pretensiones. El mundo ha de girar a su entorno, y la forma de pensar y actuar se adecuan como si hubiera de ser así. Esta creencia y deseo de ser el centro, genera polémicas, pues a mayor focalización en uno mismo menos consideración hacia el resto.
Cuando no consigue lo que quiere o en la manera que se pretende, acostumbra a rebelarse, pues en el fondo la persona egoísta es una inmadura que sigue con los mismos planteamientos de recibir en exclusiva.
Todas las controversias, discusiones, tensiones, son por acciones incorrectas del ego; obligando a quien plantea las cosas con corrección a verse sumido y perjudicado por las negligencias de aquellos de comportamiento egoico.
La importancia del propio yo separa automáticamente del resto, por desconsideración, falta de respeto, por el desequilibrio global de mirar en exceso sobre si mismo.
La ceguera que supone una atención desmesurada en el yo lo hace creer superior, pero esto es solo una de tantas muestras de delirio que le hacen confundir deseo con realidad.
El ego es el gran causante de problemas, porque es separador, distanciando en vez de unir, y al dificultar la colaboración también lo hace en entendimientos, impidiendo resoluciones por las trabas que supone su conducta.
El cúmulo de defectos es característico : avaricia, malos tratos, abuso por fuerza o de autoridad, acaparar pensando solo en el, derrochar, caprichos inútiles.
En el afán de grandeza, la opulencia, la ostentación, todo lo que sea hacerse notar enseñando lo que tiene, son exponentes de su idiosincracia. Con estas concepciones erróneas no es de extrañar relaciones crispadas por intereses, por discrepancias de criterio, donde siempre ha de ganar, con trampas o utilizando los métodos que crea oportunos mientras salga victorioso con sus argucias.
La falta de recursos que vemos en determinados ámbitos, a veces se debe a terrenos infértiles, un margen estrecho de maniobra, pero también desgraciadamente, en demasiadas ocasiones la causa que hay en el fondo es un ego hinchado que se ha aprovechado de otros.
Mientras continúe habiendo tantas personas de este prototipo, no se resolverán las múltiples problemáticas presentes. Solo a través de la comprensión, de pensar en el prójimo, querer instaurar la paz, establecer la concordia, es posible romper este círculo vicioso egoico generador de todos los conflictos en el mundo.
Cuando no consigue lo que quiere o en la manera que se pretende, acostumbra a rebelarse, pues en el fondo la persona egoísta es una inmadura que sigue con los mismos planteamientos de recibir en exclusiva.
Todas las controversias, discusiones, tensiones, son por acciones incorrectas del ego; obligando a quien plantea las cosas con corrección a verse sumido y perjudicado por las negligencias de aquellos de comportamiento egoico.
La importancia del propio yo separa automáticamente del resto, por desconsideración, falta de respeto, por el desequilibrio global de mirar en exceso sobre si mismo.
La ceguera que supone una atención desmesurada en el yo lo hace creer superior, pero esto es solo una de tantas muestras de delirio que le hacen confundir deseo con realidad.
El ego es el gran causante de problemas, porque es separador, distanciando en vez de unir, y al dificultar la colaboración también lo hace en entendimientos, impidiendo resoluciones por las trabas que supone su conducta.
El cúmulo de defectos es característico : avaricia, malos tratos, abuso por fuerza o de autoridad, acaparar pensando solo en el, derrochar, caprichos inútiles.
En el afán de grandeza, la opulencia, la ostentación, todo lo que sea hacerse notar enseñando lo que tiene, son exponentes de su idiosincracia. Con estas concepciones erróneas no es de extrañar relaciones crispadas por intereses, por discrepancias de criterio, donde siempre ha de ganar, con trampas o utilizando los métodos que crea oportunos mientras salga victorioso con sus argucias.
La falta de recursos que vemos en determinados ámbitos, a veces se debe a terrenos infértiles, un margen estrecho de maniobra, pero también desgraciadamente, en demasiadas ocasiones la causa que hay en el fondo es un ego hinchado que se ha aprovechado de otros.
Mientras continúe habiendo tantas personas de este prototipo, no se resolverán las múltiples problemáticas presentes. Solo a través de la comprensión, de pensar en el prójimo, querer instaurar la paz, establecer la concordia, es posible romper este círculo vicioso egoico generador de todos los conflictos en el mundo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)