jueves, 29 de diciembre de 2011

DISCÍPULOS Y AFICIONADOS

Hay una diferencia ostensible entre un discípulo y un aficionado. El discípulo consagra todos los aspectos de la vida en la búsqueda constante de una comprensión creciente que le permita entender su función, el encaje social y el desarrollo contínuo como ser. El aficionado tiene algunas inquietudes, pero el planteamiento, la magnitud de dedicación y las maneras distan mucho de las del discípulo.
El discípulo sabe que ha de entrenarlo todo en sí mismo, pues solo estando armonizado y en la mejor forma posible podrá expresar las cualidades que vaya cultivando. Así, gradualmente adquiere la formación para entrenarse en lo físico, afectivo y mental. Necesita el vehículo en buenas condiciones para ejecutar los propósitos, dotándose de los conocimientos apropiados para ensanchar cada vez más la conciencia viendo con nitidez la trama detrás de los hechos.
El discípulo es puesto a prueba constantemente y lo sabe, pero esto es un estímulo, pues lo que quiere es superarse y cumplir la tarea individual en relación al Todo. A pesar de procurarse las condiciones indispensables de subsistencia, el ideal lo concentra en el estudio para experimentar teoría y práctica a fin de avanzar incesantemente en la visión, entendimiento y conducta, substituyendo antiguos parámetros obstructivos por aquellos que conduzcan al encaje idóneo interno/externo.
El trabajo requiere la máxima atención, voluntad, perseverancia y disciplina, donde todos los detalles  se tienen en cuenta para pulirse hasta el infinito.
Cualquier acontecimiento, palabra o actitud, son significativos, extrayendo de aquí nuevas referencias llenas de contenido a fin de seguir ensanchando horizontes y fijar nuevas pautas mejores a las anteriores. El trabajo es inacabable porque lo abarca todo, pero este es el aliciente más grande, pues es el que da sentido a los esfuerzos, un objetivo más allá de lo volátil y transitorio.
El aficionado, realiza algun ejercicio, lee algun libro, practica rituales religiosos más o menos asiduamente, pero esencialmente continua pensando, sintiendo y actuando inconscientemente sin notar los efectos de los postulados que predica. Se cree " espiritual " y la misma conducta pone en evidencia que está muy lejos de ello. Acostumbra a pensar que hace mucho, que es buena persona, poniendo en entredicho enseñanzas de grandes maestros cuando ellos mismos ni las han experimentado ni han entendido el verdadereo significado.
El discípulo no se engrandece como el aficionado, sabe que ha de ser humilde ante la inmensidad, y percatándose minimamente de la magnitud del trabajo a efectuar, procura superarse cada día más para acercarse al refinamiento expresivo en todo lo manifestado desde lo más sutil a lo más denso. No pretende gustar o satisfacer a los humanos porque esto es imposible, solo anhela gustar a Dios, y lo ha de hacer a través de los humanos, una auténtica proeza.

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