Nuestra propia vida solo lo es en parte. Para encarnar hemos necesitado la intervención de los padres, y los atributos que nos asignamos como características personales son producto de múltiples factores externos.
En el estado humano de conciencia limitada, no sabemos donde estábamos antes de nacer ni donde iremos, ni que hacíamos ni que haremos.
Vivimos una serie de enlaces constantes que empujan hacia adelante, pero no tenemos una visión del final ni que sentido o utilidad reportará.
En la inmensidad del universo el desconocimiento es inmenso, y la ignorancia de nuestra función respecto al Todo es infinita. Accedemos a unos conocimientos mínimos muy reducidos para ir haciendo en este mundo físico, inconscientes de otras realidades probablemente porque no estamos preparados para entenderlo. Ante esta constatación, cualquier pelea que se produce por el motivo que sea, es un absurdo. Así como la importancia otorgada a menudeces, consecuencia del reduccionismo de miras.
Solo que fueramos capaces de incrementar la luz en nosotros nos percataríamos de la inutilidad de discutir, de imponerse por fuerza o con sutilezas. Los esfuerzos derrochados en discordias dificultan la concordia, constatando como un considerable número de personas procede de esta manera. ¿ Donde nos llevan tales manifestaciones ? A distanciarnos, tensiones, deterioro de relaciones, y aquel que con su forma de actuar cree lograr una victoria, en perspectiva es una derrota.
Lo que separa y aleja es la introducción de caos por no saber instaurar el orden mediante el entendimiento, el diálogo, la colaboración y ayuda.
Todos dependemos de la naturaleza y el colectivo, las conexiones garantizan la continuidad y el funcionamiento. Si los movimientos realizados rompen la unidad se origina el conflicto y empiezan los problemas.
Cada día se rompe la unidad por las formas chapuceras del ego, continuando los dilemas en todos los ámbitos, y así seguirá si no se modifica la actitud pensando la manera correcta de solucionarlo en vez de dar prioridad a unos intereses que son el orígen del mal.
Hemos sido capaces de crear lo impensable, de dotarnos de unas herramientas de trabajo útiles, cómodas, pero no evolucionaremos verdaderamente si mantenemos patrones que no se ajusten a la pulcritud en el fondo y en la forma.
Nos hemos enfocado hacia el exterior y se han conseguido unas condiciones mucho mejores respecto a siglos pasados, y es fantástico disponer de los utensilios actuales y el confort general. Ahora es necesario mirar hacia el interior para desvelar la conciencia a nivel individual y global, porque han de confluir las partes con el Todo. Una vez concienciados, trabajar a fondo para transformarnos desde la raíz en la concepción y objetivos para encajar los intereses y el bienestar tanto del particular como del colectivo.
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