¿ Qué tiene valor ? Aquello catalogado como importante, pero en esta apreciación en ocasiones es posible que no sea así.
¿ De verdad tiene valor lo que condiciona, limita, esclaviza, proporciona ganancias de un lado a cambio de pérdidas en otro ?
Hemos de tener en cuenta que las valoraciones se efectuan a título personal, y esto depende de la edad, de la formación, de los recursos, de las inquietudes, el tipo de objetivos y el ámbito de acción.
La incidencia de lo valorado nos dará la respuesta. Si aporta beneficios, mantiene o conserva, es motivo de expansión, de mejora, será positivo. Si el supuesto valor restringe, vacía más que llena, es más un deseo utópico que real, será negativo.
El comportamiento responde a una motivación, a un interés, a unas obligaciones o necesidades. No se puede medir el equivalente entre el valor y el comportamiento. La relatividad de un valor dependerá de diversos factores, del propio código de prioridades, de lo que representa o puede representar, del contenido ideológico, del componente afectivo.
Para conseguir lo pretendido se ha de proceder con corrección, considerando la posible repercusión en otros, en el colectivo, donde la ética es primordial, moviéndonos para unos fines nobles teniendo en cuenta al prójimo para no abusar ni perjudicar.
Valor es lo que no caduca, que es inalterable, con lo que se puede contar, lo que une, lo que es capaz de despertar en nosotros la mejor versión, que hace emerger un comportamiento pulcro por el reconocimiento de los bienes inmensos a nuestro alcance.
Vivir es un potencial a desarrollar, donde su constatación dependerá de la actitud, de las capacidades adquiridas y propósitos.
Hay valores internos y externos. Los externos pueden fluctuar, pero los internos siempre estaran si estamos en equilibrio y el afán de superación tiene en nosotros el revulsivo indispensable para incrementarlos. Con los valores internos efectuamos los intercambios para acceder a los valores externos.
Tiene valor lo que nos permite ser cada vez más pulidos, más íntegros, proceder con más armonía, incidir más positivamente en nosotros y el entorno por lo que expresamos; pues todo esto es consecuencia del comportamiento. Y cuando la habilidad de encajar los valores y el comportamiento impera, se desvanecen las dudas sobre lo que tiene valor o no.
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