Aceptamos como inevitables las variantes que se producen en el aspecto personal, en la naturaleza. donde la reticencia a modificar estructuras, condiciones, privilegios, evidencia miedo y cobardia, cerrándose a situaciones conocidas que pueden tener la sensación de seguridad pero en realidad no es así.
Nada a nivel material es totalmente seguro ni eterno, y aferrarse a unas pocas parcelas que aportan comodidad, priva la expansión y adentrarse en nuevas maneras que introduzcan mejoras en diferentes ámbitos.
Cambio y transformación es lo que aporta satisfacción, pues si todo siempre es igual y no cambia nada, es vivir maquinalmente para no ir a ninguna parte, ya que los proyectos son para ir justamente más allá del contexto presente.
Los parámetros actuales no se pueden comparar con los de hace siglos y querer mantenerse inmóvil es un absurdo en el cual el entorno introduce nuevas herramientas, nuevas tendencias y nuevas maneras que pasan a formar parte de la cotidianeidad.
Obstinarse en preservar lo caduco, obsoleto e inservible solo agravia lo existente. La vida es movimiento, por tanto cambio, y lo que se estanca y se deja estancado se deteriora y se pierde.
Progreso es el contraste entre una situación anterior y una posterior que ha comportado una mejora. Si no se quiere cambiar, no tocar nada, entonces es imposible progresar.
El miedo a perder, a no tener, ir a peor, la desconfianza en lo que puede venir, es un pensamiento negativo surgido de la falta de fe, una desconexión espiritual que ignora el orden universal más allá de lo visible y perceptible. Nada es estático, pretender eterno lo transitorio lanzándose a acciones desmesuradas, en vez de preservar lo deseado lo que hace es alejarlo para acabar perdiendolo.
Por más que se quieran conservar ciertas cuestiones, estas están a merced de factores no controlables, al igual que las propias vidas de cada uno por más mecanismos de defensa adoptados para protegernos.
Quien no quiere cambios va contra el mismo flujo de vida en perpetuo movimiento, donde los miedos y el inmovilismo impiden avanzar, a parte de quedar tenazado por una falsa seguridad.
El dia se alterna con la noche, la acción con el descanso, la sociedad va introduciendo nuevas herramientas que transforman los hábitos. Ante tales evidencias la negativa a cambiar supone inadaptación, pérdida de oportunidades y decadencia por incapacidad de ajustarse a las tendencias que afloran en que tarde o temprano pondrán en jaque una estabilidad que en realidad nunca lo ha sido.
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