Hemos de afrontar pruebas materiales y pruebas espirituales. Con un nivel de conciencia reducido, con unas nociones mínimas para proceder con cierta eficacia, hemos de saber desenvolvernos en el reino físico acoplando una y otra vez las carencias, deseos y necesidades individuales en el entorno que nos lo pueda proporcionar.
Los esfuerzos a nivel material son intermediarios entre las coberturas básicas de subsistencia y un objetivo espiritual más allá de nuestras facultades de entendimiento y percepción. Mediante experiencias de aprendizaje, si tenemos la habilidad de descifrar el trasfondo de los acontecimientos con su propósito intrínseco, desvelaremos la manera de ubicarnos que permita el comportamiento oportuno. No enfocarnos en provechos egoistas, sino plantearlo en términos de proceder correctamente en relación a un todo armónico.
Las pruebas espirituales suponen traspasar las limitaciones, de la ignorancia al conocimiento, de la pobreza de ideas a la fluidez, de la mediocridad a la brillantez. El entorno condiciona en diversos frentes, pero el afan de superación, de querer progresar, de vivir con una pulcritud ejecutora, solo depende de nosotros.
Las pruebas mundanas son la exposición de lo que hemos de encarar en la densidad, con sus instrumentos y operatividad.
Las pruebas espirituales son sutiles, y si previamente no hemos trabajado durante largo tiempo con fervor para estar en sintonía, no tendremos la capacidad de entender los mensajes que se nos muestran por todas partes con evidencias.
Si no introducimos cambios no será posible realizar transformaciones graduales dirigidas a mejorar nuestra conducta y condiciones, poniendo de manifiesto que estamos estancados, que no avanzamos, y por tanto no hay superación.
El desconocimiento de lo que podríamos lograr, el enfoque en lo mundano, el coformismo con el estilo de vida vacío de contenido, nos mantiene en un estado de perpetuo aletargamiento. La prueba es ir pasando de estadios inferiores a superiores, y esto requiere una inmensa preparación y mucho más que la voluntad.
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